El shintoísmo es la antiquísima corriente espiritual autóctona de Japón que va más allá del culto a los antepasados y el animismo vinculado a la Naturaleza con los que se la suele identificar. Le ofrecemos las claves de este complejo y enriquecedor sistema de creencias.
Literalmente, Shinto significa “la vía de los kami”: shen, pronunciado “shin”, es la palabra china para kami, que, para entendernos, significa “dioses”; to o tao tiene, entre otras muchas acepciones, las de “sendero” o “camino”. La primera aparición del término se encuentra en el Nihon Shoki (Las crónicas del Japón), una obra del siglo VIII. El Shinto, la religión originaria de Japón, carece de dogmas, de libros sagrados, de afán proselitista y de sacerdotes stricto sensu.
No tiene fundador, ni doctrinas; sin mandamientos ni preceptos, carece de organización y de ídolos. Podemos considerarla uno de los modos originarios que tienen los seres humanos de relacionarse con los númenes. En el Shinto cada persona experimenta y siente a su modo el Misterio y no trata de utilizar el lenguaje para forzar a otros a ver el mundo de otra manera. “Animismo naturalista” y “culto a los antepasados” son categorías procedentes de la historia de las religiones que podemos manejar, sin aferrarnos a ellas en demasía, para comenzar a entenderla. Esta espiritualidad autóctona, cuyos orígenes indeterminados se pierden en el alba de los tiempos, es muy anterior a la llegada a Japón, procedentes de China, del budismo (siglo VI), del arroz (entre los siglos III a.C. y III d.C.) y de la escritura (siglos V y VI). De la misma manera que la identidad de la India está vinculada al hinduismo, la de la Tierra del Sol Naciente lo está al shintoísmo. Los rituales y los festivales, más que la palabrería o la pedagogía, constituyen los métodos exotéricos de proponer esta visión unificadora y mística de lo real. Ni la humanidad ha caído, ni el mundo es una ilusión. El Shinto no enseña ni la salvación ni el pecado. Es una religión sin culpa, sin mancha originaria. La enseñanza viene de Arriba, no de otros seres humanos. La Naturaleza, sus secretos y las fuerzas subyacentes a esto constituyen parte de su objeto. La sensibilidad ante el Misterio se manifiesta a través del ritual y el mito. Una sensibilidad, eso sí, imbuida de grandes dosis de gratitud y reverencia. El Shinto concibe en gran medida el bien y el mal en términos estéticos, como para Platón “lo bello es lo bueno”. Es una religión que afirma la vida, la búsqueda de la felicidad y la pluralidad de opiniones y modos de actuar. Para el Shinto vivir en el mundo es una experiencia positiva. No puede denegarse, no obstante –y aquí entramos en sus aspectos esotéricos–, la existencia ni la importancia del Mundo Invisible. El Shinto busca purificar almas y cuerpos para entrar en contacto directo con los kami.
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